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Febrero 2021 nº 40
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AL SERVICIO DE LA PAZ Y LA CULTURA HISPANO LUSA
COLABORAN; Magi Balsells (Barcelona-España)- Adrián Nestor Escudero (Argentina) María del Carmen Franco de Noce (Argentina).-Carlos González Saavedra (Argentina).-José Lissidini Sánchez (Uruguay).-Jorge B. Lobo Aragón (Argentina).-Piedad Romoleroux ( Guayaquil-Ecuador).- María Sánchez Fernández (Úbeda-España).-Gladys Semillán Villanueva (Argentina)
AMNESIA
Magi Balsells
Barcelona
¿Que ha ocurrido? ¿Dónde estoy?, ¿Qué hago en esta cama de hospital? ¿Quienes son estas personas? cuantas preguntas acuden a mi mente, nadie contesta, solo me miran,
El doctor, digo doctor, porque lleva una bata blanca y un endoscopio colgado del cuello, me esta tomando el pulso, mirándome los ojos, ¿pero que pasa? Ahora habla con una enfermera y no entiendo muy bien que le dice, pero deduzco que debe ser algún tipo de calmante o antibiótico, pues esta preparando una jeringuilla y extrae un liquido amarillento de un vial.
Se acerca e inca la aguja hipodérmica en mis nalgas, entra el liquido que al momento me da un calor en esta parte y algo de dolor, dura solo unos instantes, pero parece que los músculos se me hayan aflojado y los parpados se me están cerrando, mientras voy oyendo unas voces cada vez mas lejana., hasta que……..
No se el tiempo que abre estado dormido o drogado, no importa la forma, solo se que he perdido la conciencia durante unos segundos, minutos, horas o días, me es indiferente, solo tengo en mi pensamiento es el saber que me ocurre, ¿Por qué estoy aquí?
Ya completamente lucido, sigo viendo a las personas que anteriormente vi.
Una de ellas se acerca, es una mujer de edad alrededor de unos 60 años, más o menos, me coge una de mis manos y acercando su rostro al mío deposita un beso en mi mejilla y me dice:
Hola hijo ¿Cómo estas? Tranquilo que aquí estamos toda tu familia
¿Mi familia? ¿Qué familia? Yo no conozco a esta Sra., además me llama hijo, sino se quien es mi madre y entonces le digo
Perdone UD Sra., pero no se quien es, no recuerdo su cara ni nada, solo se que estoy en un hospital.
Al oír esto el hombre que acompaña a la Sra. se acerca y mirándome a los ojos me dice
¿No sabes quien es ella? Es tu madre y yo soy tu padre no me recuerdas, todo esto provoca un rió de lagrimas de esta mujer y los ojos de hombre quedan empañados
-lo siento pero tengo un vació enorme en mi mente, que alguien me explique algo o me volveré loco
El doctor indica a estas dos personas que salgan de la habitación que quiere terminar unas pruebas y hablar conmigo .Una vez fuera, el doctos saca una grabadora y me indica que lo que vamos hablar tiene que grabarlo para posterior estudio
No si al final seré un conejillo de Indias, pero le doy mi consentimiento para ello
-empezamos por saber como te llama
-vaya pregunta, pues no lo se, ni como me llamo ni donde vivo ni cuando nací, así le ahorrare preguntas doctor
-bien, siendo así, te explicare que es lo que te pasa
Tuviste un accidente de trafico, tu coche se empotro literalmente contra un camión, no sufriste ninguna lesión corporal grave, solo algún rasguño, parece ser que el airbag funcione perfectamente, pero si recibiste un fuerte traumatismo cráneo encefálico y esto ha provocado la perdida de todos tus recuerdos, o sea que te has quedado sin memoria de todo lo pasado antes del accidente ¿recuerdas el accidente? Ya que esto seria un punto de partida importante para la terapia a aplicarte
-tampoco recuerdo esto, que paso con el conductor de camión, ¿esta bien?
-por suerte en aquel momento no estaba conduciendo sino que había aparcado su vehículo para desayunar, pero tanto el coche como el camión se incendiaron y no se pudo salvar nada de ellos, menos mal que a ti te sacaron al instante sino no estarías aquí en estos momentos
-ya veo el problema, ¿pero hay posibilidades de que me recupere ,
El doctor, con cierta cara de circunstancias, me dice:-este tipo de lesión, no tiene una cura especifica, ya que depende de muchos factores la recuperación de los recuerdos anteriores al accidente, quizás se tarde un día o un siglo, no puedo dar un diagnostico concreto, tendremos que ir efectuando pruebas, con mucho cuidado para intentar no dañar aun mas tu cerebro,
La primera parte será ir recibiendo la visita de tus padres y que ellos vayan recomponiendo tu vida, con anécdotas, fotografías, pero solo será durante un mínimo espacio cada día, algo conseguiremos con ello
Aparte una psicóloga, también te atenderá y realizara las pruebas que crea oportunas, este será un tratamiento un poco mas largo y quizás mas pesado, por todo ellos debes de poner toda tu voluntad y paciencia
No se te dará ninguna medicación ya que no serviría para nada
-doctor tan grave es lo que me ha ocurrido, quisiera recuperar mi vida en estos momentos pérdida, haré lo que sea necesario, no quiero quedarme así-
– perfecto lo principal es tu buena disposición, pero siempre puede ocurrir un milagro
-que milagro, no soy muy creyente por lo menos ahora antes no lo se
-ha ocurrido alguna vez, muy pocas por desgracia, que el recibir un nuevo golpe, una noticia impactante o un deseo consumado, algo que remueva tu cerebro hace que se recupere automáticamente la memoria, pero en este tu caso no si se obtendría resultado,
De momento empezaras mañana con tus padres y después la psicóloga,
-conforme, por mi como si quiere empezar ahora mismo
-ahora, lo que debes de hacer es descansar, ya que has estado varios días en coma, te tomaras estas pastillas que solo son para relajarte toda tu musculatura y recuperar fuerzas, por lo cual muy visita por hoy finalizo, que descanses
Ya me quede solo con las pastillas, deberé de tomarlas y hacer caso al doctor, veremos que ocurrirá mañana
me despiertan de buena mañana, trayéndome el desayuno una de las enfermeras, preguntándome como me encuentro , digo bien y ataco a lo que me presentan ya que tengo un hambre atroz, , una vez finalizado este ligero tentempié, llega la hora de la visita de los que dicen ser mis padres, cosa que no dudo , pero no puedo confirmar
Dicho esto deposita un par de besos en mis mejillas, acompañados con la humedad de sus lágrimas que aun retenidas siguen brotando, siento un dolor muy grande pues comprendo que si es mi madre debe de estar padeciendo mucho
Ya se fueron, ¿Quién entra ahora?
‘Vaya mujer esta si es fácil de recordar, se abra equivocado de habitación, veremos que quiere
-hola buenos días, soy Merche, tu psicóloga, ¿Cómo estas?
-hasta ahora muy deprimido, pero vientote a ti se me ha levantado la moral
-jajá jajá que sentido del humor tienes, esto siempre es positivo, pero vayamos a nuestro trabajo, bueno al mío
No voy a relatar la cantidad de preguntas que he tenido que soportar para no cansar , a sido un interrogatorio que no deseo ni al peor criminal solo ha durado tres horas , y lo curioso del caso es que no estoy cansado de las preguntas , solo me sabe mal que haya terminado por hoy, mañana seguirá la terapia
Así van trascurriendo los días, me esta ocurriendo una cosa curiosa, siempre espero la visita de mis padres, no he recuperado nada de mi memoria, pero necesito que vengan cada día me siento amparado
Pero lo que mas deseo es la visita de Merche, perdón la psicóloga, no se que tiene , pero llegar ella y la habitación se ilumina , no me importa sus preguntas, solo deseo que este a mi lado, con su sonrisa su amabilidad esta voz que me cautiva, ya casi no hay preguntas estamos como dos amigos , me cuenta sus penas, yo las pocas que tengo, hoy se ha marchado casi llorando, no se porque, me ha dejado triste, mañana se lo preguntare que le pasa , no creo que ahora sea el momento idóneo
Hoy no han venido mis padres, ya me lo dijeron ayer que tenían un compromiso, yo les dije que no se preocuparan que todo marchaba bien
Ahora estoy ansioso esperando a mi Merche, no se porque digo esto de mi Merche,, quizás porque deseo que sea algo mío, por las noches solo hago que pensar en ella.
Ya llego, con esta soltura tan peculiar que tiene, rebosando belleza y alegría, cosa que me produce un cosquilleo especial
Se acerca para darme los buenos días, y en este momento no se que instinto aparece dentro de mi que cojo su mano y la atraigo hacia mi persona, quedando su hermosa cara junto a la mía, notando en este momento su jadear descompensado , la miro fijamente a los ojos y sin poderlo remediar beso sus labios con infinita pasión,
Quedo anhelante esperando su respuesta, me mira, sonríe, y sin más preámbulos deposita en mis labios el beso más amoroso que ser humano pueda recibir
¿Que explosión estalla en mi cerebro? un rosario de luces, ¿Qué me pasa?, que sensación mas extraña, los recuerdos se agolpan con fuerza en mi mente volví a recuperar mi memoria, se realizo el milagro, ya se quien soy, pero lo mas importante es que aun habiendo recuperado mis recuerdos no he perdido los actuales y le digo a Merche, gracias mi amor, no sabes lo que te quiero,
Lo que paso después ya os lo podéis imaginar, por recato no lo publico.
UNA EXTRAÑA SENSACIÓN
Adrián Néstor Escudero
-Argentina-
A la Fidelidad.
En especial, a mi amada esposa y
compañera de vida, María Teresa S. Helguero;
con tierna devoción y eterna admiración…
Cuando todos salieron, cerró de inmediato la oficina y abandonó rápido el edificio.
(Así que, intentó doblegar su angustia, pero no lo consiguió).
El automóvil en el taller complicaba aún más la cuestión, pues entorpecería la búsqueda. La rigidez en los horarios y la cancelación de algunos compromisos, terminaría ensombreciendo un panorama de por sí contradictorio y estrechando peligrosamente el círculo que lo llevara a la desesperación.
Ahora caminaba con lentitud. Aturdido por los pensamientos y la soledad que obnubilaba sus sentidos. Abochornado, además, por su reiterada y escasa efectividad en el trabajo.
Entonces fue que percibió aquella extraña sensación…
Una sensación de asombro que se fundió con esa otra, incómoda y a duras penas dominada, que provenía de un perezoso andar a pie.
Lo cierto es que, luego de detenerse en esa esquina, a la espera del ómnibus de turno en su casi olvidado recorrido, la vio. O volvió a verla. Sólo que igual que antes.
Exactamente igual.
Sacudida el alma y confuso, desdibujadas sus anteriores sensaciones, se pensó burlado otra vez por la inveterada impaciencia de llegar a casa, deseando descansar de la febril jornada –a pleno estío- que, a ríos de sudor, le enardecía la frente.
Desechó no obstante las fantasías del sol, y, siendo apenas fiel a los límites de su conducta proba, corrió tras ella como antes también lo había hecho…
Y esperó el mismo asombro. El entrecortado razonar que una situación como aquella podría haber desatado en un ser humano tan cuerdo como él, según creía.
Porque ella, era ella, como antes, igual que antes. O alguien tan increíblemente parecido, que bien valía equivocarse en el imprevisto trato animoso que sentía el deber de dispensarle.
Pero no hubo asombro.
Excepto el del amor que antes también había presentido; ese cosquilleo de luciérnaga en sus ojos de mar, y ese grato estremecer en él que lo hacía (hiciera) flotar por los aires. Flotar…
Y se atrevió a las mismas actitudes, enamorado desde aquel primer encuentro, cambiando de ómnibus y de destino para sentarse junto a ella, y expresarle –como ayer- con valerosa timidez, el alcance de sus profundos sentimientos.
Las dimensiones del tiempo se desvanecieron.
(El carrusel de la vida había girado veloz y sublime hasta ese punto perdido de su espacio interior, y revivido sus aristas de manera tan palpable y concreta, que ya no podría detenerlo).
Dejó de verse con cuarenta años, y sólo tuvo veinte en aquellos pantalones anchos, flameado por una remera roja y rizado por las patillas gruesas compradas al festival de Woostock.
Y rió y fue feliz. Muy feliz al tomarla de la mano y temblar ruborizado por el contacto de su piel adolescente.
(Y un rumor como de ángeles le alfombró el camino durante el corto viaje).
Al bajar del ómnibus, a la vista de ese padre que, como todos los mediodías la esperaba en otoño e invierno -con su eterno sobretodo negro-, de vuelta de la Facultad, se despidió de ella seguro de volver a verla, reiterando de modo consciente o inconsciente, cada gesto y detalle realizado y tenido en cuenta, cada palabra y promesa pronunciada y sugerida al enamorarse aquella vez…
Demoró bastante en regresar a su, ahora, insólita realidad.
Se mostró desorientado y con gran dificultad para ubicarse en la inexorable cotidianeidad, y un arrebato feroz de la conciencia lo devolvió al hogar luego de abordar otros dos colectivos.
Supo lo que habría de ocurrir al cabo. En la sucesión de los próximos, excitantes días de dulce noviazgo, de pronto renovado, hasta arribar al matrimonio con ésta, su misma, idéntica mujer.
Envuelto en la irrealidad de lo que acontecía, pensó asimismo en jugar hasta el final esta historia extraordinaria, disfrutando de nuevo la juventud del amor y de los sueños, ya no perdidos: eternizados. Al menos, hasta que la caprichosa hipérbole del pasado y del presente concluyera su respectivo periplo y todo volviera, a la normalidad, en el mismo punto del tiempo y el espacio.
Cuando llegó a casa, trató de tranquilizar el comportamiento de su esposa, acuciada según ella por extraños sueños nocturnos y vespertinos, quien, sin embargo, no tardó en advertir en él su propia y nerviosa actitud.
Una explicación sobre problemas de trabajo fue excusa valedera, al menos hasta que supiera cómo obrar de aquí en más.
Todavía no habría de preguntarse acerca del origen o causa de esta alucinante novedad existencial. El gozo que le producía convivir con su persona trastrocada por algún capricho del Tiempo, lo había arrebatado en un estado de éxtasis inaudito que le impedía razonar. Solo atinar, como una acción refleja de ese gozo, a compartir la alegría de este sueño que, sin duda, no volvería a aparecer…
Y presentarle ella a ella (visión de espejos prospectivos). Y fundir en una tercera dimensión la realidad del recuerdo hecho presente, pero tan vivo y audaz en la reencarnación de sus sublimes fuegos.
Así que no cesó por un instante de reconstruir su idilio e imaginar la plenitud del futuro recreado, sin límites ni reservas, con un amor desde aquella mañana de marzo mágicamente configurado. Hecho carne y alma (temblor de cristales purísimos) en los ojos de ella (ella), que lo miraban desde el hoy como antes (complacientes y fugaces); vuelto caricias perfumadas en la venerable inquisición de sus manos (cálidas y temerosas); brotando como luz de luz en la inteligencia de su seductora personalidad… Que por algo (mucho) lo había conquistado.
Pero no se animó a confesarlo.
No pudo.
Algo más fuerte que él se lo impidió. Algo que destruiría tan magnífico programa de ensueños…
Por lo demás, la línea de la vida, sinuosa y larga, se volvería círculo entre los pliegues escondidos de sus puños cerrados, y un incierto destino confiscaría el horizonte.
Atrás quedaría entonces la extensión inmensa de un territorio inexplorado, y una cárcel de dudas atraparía su corazón. Tic, tac.
Se detendría, casi. Sin el oxígeno ni el sol, sin la húmeda claridad de la lágrima que todo lo condensa y evapora.
Atrás quedarían entonces, en la agitada secuencia de su memoria deslumbrada, aquellos tiernos besos por donde navegaban las horas, y el furtivo descubrimiento de la intimidad de cada uno, bajo el sagrado manto del pudor develado y las nobles cadenas del amor correspondido.
(Murmullos de pájaros guardaron sus oídos).
Atrás, la playa; y el mar, y el río, y los celos felices que otros la notaran, tan hermosa y virgen sobre la arena mojada, y los libros de estudio y la Rayuela de Cortázar.
Atrás, el Teatro de Arte y los vestidos largos y sedosos, y el tintineo alelado de una copa de buen vino ofrendada al cielo y a las estrellas de enero. Y la sonrisa abierta, y la canción del trasnoche, y los Bichos de Candy y Joan Manuel convocados…
Atrás. Muy atrás…
Y al cabo, sin notarlo, los días pasarían (pasaron).
Y una noche sucedió: (¡Dios!) ella se había marchado.
(Así que intentó doblegar su angustia, pero no lo consiguió).
Llevó a los chicos a la casa de su madre, no sin antes telefonear a su suegra, en tono amable y controlado, interesándose si, camino a su empleo, Elena no había pasado esa mañana por allí.
La respuesta negativa confirmó sus sospechas, y lo turbó gravemente. ¿Dónde?…
Un desperfecto en su viejo automóvil se unió a los acontecimientos de la jornada, por lo que terminó llegando con notable retraso al trabajo.
Nervioso, dejó enfriar el café ante la simulada preocupación de sus empleados, y pensó en cómo el tiempo se le había escapado de las manos, y no había sabido encontrar el momento justo para aclarar las cosas.
Quizás alguien podía haberlo visto pasear con ella, y… ¿O acaso su dualidad consentida lo había transformado sin darse cuenta y descuidado, con la misma ella del hoy, sus deberes más elementales?
Pero no. No. ¿Por qué así, sin una palabra, después de tantos años de tierna comunicación?…
Un quejido indómito lo traicionó delante de todos, y tuvo que cerrar el despacho para llorar a solas, como un prisionero en la desnuda intimidad de su celda.
Las dudas lo amordazaron en la impotencia de los hechos precipitados, y el mundo se volvió gris…
Símbolos elocuentes de la desesperanza, tres preguntas resonaron en él avivándole el llanto: “Papá, ¿dónde está mamá? ¿Dónde está?… ¿Dónde?”…
Tres calladas miradas lo enmudecieron: No lo sé, queridos. No lo sé. Simplemente, no lo sé.
Y vio a sus hijos apagarse como débiles luceros de un firmamento aciago, como incrédulos aunque reales testigos de su eterna pero mortal e incomprendida fidelidad…
Cuando todos salieron, cerró de inmediato la oficina y abandonó rápido el edificio.
(Así que intentó doblegar su angustia, pero no lo consiguió).
El automóvil en el taller complicaba aún más la cuestión, pues entorpecería la búsqueda. La rigidez en los horarios y la cancelación de algunos compromisos terminaría ensombreciendo un panorama de por sí contradictorio, estrechando peligrosamente el círculo que lo llevara a la desesperación.
Ahora caminaba con lentitud. Aturdido por los pensamientos y la soledad que obnubilaba sus sentidos. Abochornado, además, por su reiterada y escasa efectividad en el trabajo.
Entonces fue que percibió aquella extraña sensación…
LA PROPUESTA
María del Carmen Franco de Noce
Argentina
“La literatura es una facilidad
innata y una dificultad adquirida”
Hermanos Goncourt
Este pequeño pueblo no sabe deslindar la vida de la obra de un autor. Don Italo, el dueño de la imprenta que tanto me acosa, espera que sea una taumaturga, y como buena hechicera produzca cosas prodigiosas. Singulares. Diferentes. Originales. Que mi obra sea la “novela” que haga perdurar al pueblo. Don Italo, al ver mi lentitud en comenzar a escribir, aporta sugerencias, mezcla de sinceridad y picardía. “Podría contar sus intimidades, la lista de hombres que ha amado o reflexionar sobre el arte de escribir.” ¿No será un escritor frustrado?
Todo lo que en mi vida pasa o pasó tiene un porqué. Ocurre que llegué a los cincuenta. Doña Otilia García Gómez viuda de Fernández, sin hijos, directora de escuela primaria. Obligada por las circunstancias soy ejemplo en la zona, y estoy cansada de ser perfecta o aparentarlo. Por años fui la “escritora del pueblo.” Solo cuentos, anécdotas, historias de los fundadores y pioneros de la pampa gringa.
Parece que ellos ignoran que el escritor es un mentiroso profesional, y se ven reflejados en cada personaje de mis cuentos. En lugares acotados he desarrollado tradiciones con buenos o terribles finales. La calidad literaria es uno de los valores más subjetivos y difíciles de medir. ¿Intenté a través de los cuentos reflejarme a mí misma, o busqué vivir otras vidas para opacar la verdadera, rutinaria o predecible, de acuerdo a lo que es la vida del pueblo? A esta altura ya no necesito la mirada ajena y tampoco voy a ser genuflexa para complacer a todos. Con los años me he vuelto refunfuñona. Los personajes me dieron permiso. ¿Hoy me hundiré en el silencio o es algo que yo en forma inconsciente estoy buscando? Quiero pensar que solo será mudez pasajera.
Ya algunos piensan en la presentación del libro. Por ser el centenario del pueblo reemplazarán el vino por el champaña y las capas de barniz cultural sumaran más pinceladas. Pese a que luchamos por ser ciudad y sufrimos en cada censo para llegar a los 10.000 habitantes, todavía no lo somos. Se consume la moda de la nostalgia y todo está teñido de ese sentimiento. Llegar a los 100 años promueve el retorno al pasado. El pueblo ha logrado desarrollar su cultura a pulmón y mirar y mirarse aún desde las márgenes. Es un lugar al que se entra, pero también se sale.
No quiero escribir una novela que sólo sirva para trasnochados insomnes. Siento que no poseo austeridad; por el contrario, a veces me excedo en minucias que les sumo a mis lectores. Mi imaginación creativa está por entrar o ya entró en una etapa senil. ¿Habré dejado de ser niña? “La loca de la casa” ya no habita en mí. En los pueblos chicos todo es distinto. Acá no estamos atados al éxito o fracaso de la crítica. Si existe una mala, la perdonamos porque la hacen nuestros amigos y vecinos. El éxito está asegurado. Casi siempre regalo mis libros. Jamás estuvieron expuestos en librerías. Sólo los he vendido para colaborar con el Hospital zonal, nuestra escuela o la salita de primeros auxilios. También a beneficio de la Biblioteca Popular.
Una vez leí que “escribir ficción es sacar a la luz un fragmento muy profundo de tu inconsciente.” ¿Será que ya no quiero sacar más a la luz mis fantasmas?
Si es que reúno coraje, tengo inventariadas algunas alternativas. Tampoco quiero defraudar a la comunidad. Me debato en un sin fin de laberintos. Faltan varios meses:
1º) Encontrar una historia nunca contada.
2º) Abandonar la necesidad de reconocimiento y ser yo y mis cuentos en perfecta identificación.
3º) Intentar una reconvención literaria. Salir del cuento y entrar a la novela, como pide Don Italo, a sugerencia de los lectores.
4º) Jugar a los espejos deformantes, un cuento largo que no llegue a ser novela.
5º) Buscar temas de género para incluirme en la llamada Literatura de mujeres.
6º) Hacerle caso a Don Italo, traer del pasado a las personas con las que crecimos, nuestros compañeros de infancia y vereda. Los primeros amores. Las peleas. Las competencias de los barrios. Él afirma que “la nostalgia es un recurso psicológico que protege y promueve la salud mental.”
7º) Para estar segura, segurísima, debería revisar todo en voz alta para saber si lo escrito tiene cadencia, musicalidad. El ojo puede perdonar, el oído no.
8º) Hacer mayor hincapié en los personajes del pueblo.
Es aquí donde más me desconcierto. Las peluqueras, los sacerdotes y yo somos algunos de los depositarios de los secretos mejor disimulados. Conozco las costumbres atávicas. Las mentiras repetidas y perdurables. Las infidelidades más austeras y las más sofisticadas. Las parejas tóxicas que aún conviven. Como nadie, sé las vidas ajenas. La gente en su respeto me cuenta sus cuitas, esperando la palabra mágica que yo arranco en mis cuentos pero no en el diario vivir.
Me produce miedo que me empujen a ser la palabra, el pensamiento o la expresión del pueblo a través de una novela. Si eso ocurriese, debería ser por una decisión espontánea, no por mandato de Don Italo. También puede ocurrir que si no valorizo las andanzas de la muchachada cincuentañera del pueblo, me dirán que mi abrupta menopausia hace sombra a la andropausia de los personajes.
Nuestro pueblo hace alarde de la vieja política argentina: “se dice una cosa y se hace exactamente otra opuesta.” Con esta idea, más mi intuición, voy reuniendo las partes. Les agrego lógica más observación y así armo situaciones que, a la larga, son siempre verdaderas. Hace años que la maestra de Manualidades de nuestra escuela, una cuarentona por demás de interesante, es un pimpollo floreciente sólo una semana al mes, fecha que coincide con la visita que realiza a una tía muy anciana, perdida en pleno campo a más de 50 Km. de nuestro pueblo. Siempre viaja los domingos a la noche y regresa el martes a primera hora. Aprovecha que el lunes no tiene horas de clase. ¡Cuánto tiempo me llevó unir las casualidades a las actividades de Don Martín Sánchez, dueño de la mejor carnicería, que ni la llegada de los supermercados pudo hacer tambalear! Diría mi prima Stella: “Sos bruja, tenés poderes”. Las lágrimas de Doña Zulma, en el patio de la escuela me dieron una pista: “No lo sé con certeza, pero presiento que Martín me es infiel. Una vez al mes sale por la zona a comprar hacienda y vuelve feliz, sonriente, nada que ver como es en la intimidad: hosco y malhumorado. Pasado un tiempo, la cuarentona confesó ese martes en forma espontánea: “Que suerte tuve, mientras esperaba el ómnibus en la ruta pasó Don Martín, y como buen caballero me acercó hasta la escuela, así no llegaba tarde”. En mi mente el triángulo se formó. Como personaje de novela, tengo que hacerlo luchador por los intereses del pueblo, noble, ejemplo de trabajador incansable que no baja los brazos ni aún ante los poderosos. Simpático, bonachón y jugador de truco en el club del barrio.
En contraposición deberé buscar un villano que acose la hombría de bien de Don Martín. Por supuesto, deberá ser de otro pueblo, del nuestro ¡jamás! El honor bien alto. Si aparece una joven casquivana que hace peligrar la moral del lugar, también será forastera.
Existe otro secreto comentado a viva voz sólo por muy pocas mujeres: trabajan en la cuadra de la panadería y confituras finas “La Ideal”. Esteban Risso, pese a sus años, no pierde sus mañas de mano larga para acariciar piernas y pechos turgentes. Nunca nadie en tanto tiempo se animó a denunciarlo, por vergüenza o necesidad de trabajo. ¿Qué rol le asigno en la novela? El patriarca que vio crecer con honores al pueblo, que ayudó a traer la luz eléctrica y el asfalto a la calle principal.
En el mentidero de pueblo chico existe otra situación que se repite año a año. Para las fiestas patronales de “San José” vienen sacerdotes de otras localidades. Las mujeres (jóvenes o viejas) se inquietan. Nadie quiere confesarse con nuestros párrocos. Se producen situaciones risueñas y de enfado. Largas colas para los visitantes, muy pocas para los locales. ¿Puede ser esto ejemplo si lo comento aunque sea al pasar en la novela, o de esto no se habla?
También podría de forma encubierta contar lo que estuve a punto de hacer en el invierno pasado y no me animé. Cuando intenten ubicar a la protagonista, ¿se darán cuenta que era la Directora de la 3010? Mi prima es para mí alguien muy especial. No la veo, no la visito, pero tres o cuatro veces al año mantenemos largas conversaciones telefónicas. Ella vive en Buenos Aires, en el corazón del barrio Congreso.
En días previos a las vacaciones invernales, un llamado de Stella me sacó de mi rutina. “¿Te acordas del amor libre de nuestra juventud? Ahora se dice en inglés: touch and go. Yo a la vejez lo encontré. Vení a casa unos días y compartimos estas nuevas experiencias. ¡Vení! No te vas a arrepentir. Los acompañantes son estupendos. Jóvenes de cuerpos esculturales. Están al alcance de nuestros bolsillos”. Esa noche no dormí. La propuesta de Stella hizo renacer en mí momentos ya casi relegados entre libros, escuela y alumnos. Soñé despierta que era bueno disfrutar del deseo que lento empieza a reptar, sumar en imaginación nuevas expectativas; sentir subir tus ansias en leve cosquilleo sabiendo que en minutos todo va a ser “realidad”. Pero no me atreví. En este pueblo apagado, perdido, ventoso, hasta la necesidad de sentirte mujer se pierde. Aún hoy lamento no haber tenido valor para hacerlo. En un pequeño diario aquella noche escribí: “El corazón sabe que algo nuevo va a ocurrir. Para muchos es habitual recorrer caminos, llegar a destinos desconocidos, pero presiento que esto es algo diferente. ¿Será la edad? El corazón late con alegría y aprensión. No sabe cómo ordenar los sueños con los ensueños. ¡Cuánto durará esto! ¿Será un reencuentro con la juventud olvidada o un empujar para pasar los días? Tal vez encuentre cómo hacer jugar de nuevo mis sentimientos. ¿O será un subterfugio para esconder la realidad?”Si escribo sobre mi pueblo, no podré ser cínica o delatar tiempos confusos, sé que en mí existirá la piedad. No podré ser provocativa. Tampoco hacer público el secreto de la cofradía de las viudas. Soy fiel depositaria del mismo. Sería la base de la novela. Todo giraría alrededor de lo mismo. ¡Es imposible! Eran cuatro pibes de barrio, compañeros de banco en la escuela, jugadores de fútbol en la canchita al fondo de la carnicería de Don Sánchez. Vivieron juntos en la ciudad para cursar el secundario, que en aquella época el pueblo no tenía. Como buenos amigos, también se buscaron como novias, y después esposas, a un grupo de amigas del alma. Todos tenían comercios. A medida que se casaban se iban integrando a un nuevo ritual. Al cierre del negocio, entre las 20.00 y las 21.00, el vermouth en el club y algún truco o dominó. Así fueron sucesivamente siendo Presidente o parte de la Comisión Directiva del mismo, y gracias a eso éste adquirió nuevas instalaciones y prestigio. Por supuesto, las esposas conformaban la Comisión de damas en actividades recreativas y culturales. Eran una cofradía de rituales y promesas a cumplir. Lamentablemente tres de ellos fallecieron jóvenes. Entre los cincuenta y sesenta. Se habían conjurado estar juntos hasta en el cementerio. Todos en tierra. Así tranquilos, al anochecer seguirían reunidos para sus partiditas. Quien resistió a los años fue Juan Hest, dueño de la más limpia y ordenada ferretería de la zona y alrededores. Pero una grave enfermedad hacía suponer un cercano desenlace. El problema consistía en que en el cementerio, el cuarto lugar al lado de los muchachos estaba ocupado con una cruz forjada de hierro viejo y oxidado, en la que sólo se alcanzaba a leer un apellido y una fecha: 1899. Las tres viudas no sabían cómo solucionar la situación. Ellas fueron previsoras. Compraron con tiempo cuatro parcelas enfrente a ellos y las conservan limpias y con el césped prolijamente cortado. Lidia, la primera viuda y la más inquieta, agotaba sus horas pensando cómo solucionar la complicación. Jamás comentó con nadie su plan. Reunió paciencia y estudió cuándo y cómo llegarían los días de lluvia. Ese viernes amaneció tormentoso, y durante todo el día una tenue pero pertinaz llovizna asoló el pueblo. El cementerio a las cinco de la tarde ya anunciaba la noche. Faltaba una hora para el cierre. El cuidador tomaba mate en las dependencias del ingreso. Cuando vio llegar a Lidia, tal vez pensó: “¡Cuánto cariño! ¡Aún hoy viene de visita!”. Bajo semejante tiempo todo era silencio. Nada rondaba las tumbas. Cuando comprobó que estaba sola, Lidia sacó la pequeña pala de jardín del bolso, y como imaginó, la tierra húmeda cedió enseguida. La cruz estuvo entre sus manos apenas en minutos. Se apresuró a clavarla profundamente en la misma línea pero distante de sus amigos. Nadie cuidaba esa cruz, ni siquiera el 1º de noviembre tenía una flor o una planta. En el pueblo no se conocía ese apellido, ella había averiguado; a lo mejor fue un peón de campo, o un obrero golondrina. Su obra estaba concluida. Ahora ya podía contar satisfecha a las restantes amigas, la solución hecha realidad. Cinco meses después Juan Hest descansó junto a sus amigos. La cofradía de las viudas, con lágrimas y una leve sonrisa lo despidieron.
Las exigencias de Don Italo, más los de la Comisión del centenario, me han llevado a analizar diversos términos empleados: discernir lo “importante” de lo “urgente” y lo “necesario” de lo “prescindible”. He llegado a una conclusión: para ellos será importante mi novela, pero para mí no es imprescindible. Puede ser necesaria pero no urgente. Además, no estoy segura de haber hallado la madurez narrativa.
Me quedan, el cartero, el jardinero, la bibliotecaria, el farmacéutico, personajes del pueblo, todos jóvenes que aún no han emigrado, seguros de sus criterios y haciendo gala de una fidelidad histórica. Cada uno se merece un cuento emblema. No logro reunirlos en una novela. Don Italo y los de la Comisión, levantan apuestas sobre el nombre: “Recuerdos de un pueblo olvidado”; otros, “Esperanzas de un pueblo nuevo”, o quizás “Nace otro pueblo.”
Mañana debo dar una respuesta definitiva al pedido. Creo que mi contestación sonará un poco infantil. Tendré que confesar como lo hizo Juan Rulfo: “Es que se me murió el tío Celerino, que era el me contaba las historias.”
LAS ANDANZAS DE GERVASIO
Carlos González Saavedra
Argentina
Gervasio Salazar, trabajaba en el campo prácticamente desde los doce años. Había nacido en Las Casuarinas, el campo de los Villegas Lamas.
Su mamá trabajaba en la casa principal desde siempre. Gervasio atendía 20 parcelas, unas doscientas hectáreas él solo.
Con sus veintiocho años se manejaba perfectamente, a gusto con lo que hacía y hasta lo que había por hacer. Amaba su trabajo. Era muy querido. Más aún, su nombre, del cual estaba orgulloso, se lo debía al padre del dueño del campo, vaya a saber por qué.
De aspecto buen mozón, fornido y de metro ochenta. Trabajaba de lunes a sábado de las seis de la mañana hasta el anochecer. Su rutina consistía en todas la tareas rurales, desde los alambrados, revisarlos, hasta el pastaje de la hacienda, rotándola. Conocía muy bien su oficio, era respetuoso y muy trabajador.
En sus parcelas, prácticamente se terminaba el engorde de la hacienda que después se vendía. Generalmente terneros todos de 450 kilos. Siempre Gervasio era elogiado por su patrón, que no descuidaba detalle.
Gervasio esperaba el fin de semana para despejarse un poco, para eso contaba con un rastrojero IME amarillo que lo cuidaba más que su salud.
Sus salidas no eran muchas, en un pueblo de cuatro mil habitantes. Pero le bastaba para divertirse, el almacén, dados y cartas, unas cervezas o algunos cuentos o bailes donde mirar mujeres. Su debililidad.
Moría por los cabaret, por su ambiente y por las chicas. Donde veía una luz difusa ahí iba Gervasio.
En el almacén de Don Frontera habían traído una mesa de pool y con eso estiraban las noches, en la previa al cabaret con sus amigos.
Una tarde, al llegar se encontró con un remolino de gente alrededor de don Santiago Cifuentes, hombre emprendedor, prestamista y otras yerbas.
Se escuchaba este diálogo entre uno de los presentes y Don Cifuentes
-¿Y cuándo va a ser eso, lo de la inauguración
– En un mes más, apunta don Santiago.
-¿Dónde va a estar el casino Cifuentes?
-Bueno el Ángel Berardi me debía una ponchada de pesos y buscamos una solución con el escribano y nos dejó el galpón gratis por diez años, por eso habrá casino en el pueblo. Ya de la provincia me dieron la concesión.
Gervasio, ni hablaba, pero atentamente escuchaba.
-Don, aparte del casino qué va a haber o vamos solamente a jugar?
-Habrá de todo. Ruleta, juegos, dados y apartado un salón muy cómodo con algunas muchachas que el comisario Benítez tiene armado. Todas chicas de afuera, nadie las conoce.
Gervasio abría los ojos como el dos de oro, Sin decir nada… Entre sorprendido y contento.
-Eso sí afirmó Cifuentes, habrá también ocho muchachotes de seguridad por el tema de los gauchos borrachos que se ponen molestos y a las “chicas hay que cuidarlas”
Es más hasta me instalarán un sistema integrado contra incendio que el intendente mismo me aconsejó. Su hermano los instala y vende.
Al unísono casi todos los parroquianos exclamaron:
-Entonces va a venir gente de otros pueblos.
-Claro, dijo don Santiago y eso trae trabajo extra…Uds. que son la muchachada del pueblo, los más conocidos, el día de la inauguración son mis invitados. Les pondremos unas pulseras y tomarán todo lo que quieran gratis. Ahora eso sí, si quieren algún otro servicio, es a convenir. Las chicas que vienen, son bien gauchitas.
La cabeza de Gervasio trabajaba a mil, las ideas, la diversión, las mujeres más lindas las tendría a tan solo cinco minutos de la tranquera del campo.
-¿Puedo hacer una pregunta? dice Gervasio
-Si Salazar como no!
-Cuándo es la inauguración?
El sábado ocho, porque el lunes es feriado así tienen para divertirse a pata ancha. Ah olvidé decirles que esa noche vendrán dos orquestas: una típica, que también toca de todo y la otra de cumbia.
-Gracias dice Gervasio, mira el almanaque colgado detrás del mostrador, pegado al lado del cartel de Fernet Branca. Se da cuenta que solo faltan veinte días.
Esas tres semanas para Gervasio fueron interminables. contaba dos veces los terneros, revisaba cada torniquete de los alambrados, se fijaba que las aguadas estuvieran limpias y hasta revisaba el estanque pegado al molino. No se le pasaban más los días.
En esos fines de semana que mediaron hasta la inauguración, al reunirse con sus amigotes iban evacuando preguntas y dudas entre ellos.
Estaba Luis, un poco mayor y con más noche que le iba tirando alguna data a la vez que disfrutaba de esa arrogancia. El hecho de saberse experimentado, lo volvía un poco despiadado con sus respuestas, como si le molestara tanta inocencia, tanta falta de caminar la noche.
El día ocho estaba todo dispuesto, al mediodía se podía ver los camiones de hielo y de bebidas y gente trabajando. Personal uniformado corriendo de aquí para allá, mucamas y hasta los bomberos regando las calles para que no se levantara polvo. Hasta la ambulancia se instaló en un costado como a las nueve de la noche .
Música a todo lo que da, guirnaldas, luces de colores y los ocho de seguridad. Dos adentro, dos en la entrada y los otros en el casino y en el salón privado.
Como a las once, entre el bullicio, ya acostumbrado, se escucha el motor de un gasolero, más precisamente un rastrojero amarillo, impecable, hasta lustrado parecía. Brillaban los paragolpes, la carrocería y las gomas negras. Se estaciona en la vereda de enfrente al casino.
Gervasio espera a sus amigos, que en el término de una hora van llegando, algunos con una cerveza en la mano, otros con ganas de tomar.
Cuando están todos, seis eran, esperando llega Luis…
-Luis ¿entramos? pregunta Gervasio
-No espera… no seas impaciente.Espera que se vaya haciendo la noche, total nosotros somos invitados.
Al cabo de una hora de espera, deciden entrar.
Luis encara al de seguridad y dice…
-Somos invitados del Sr. Cifuentes, siete somos.
-Sí, sí, responde el de seguridad, estaba al tanto. Vayan entrando de a uno que mi compañero les va poniendo la pulsera.
Como era todo nuevo para Gervasio, miraba con atención y preguntaba todo.
-Luis ¿para que son estas pulseras?
-Gervasio ¿ves que tienen treinta numeros? Bueno, cada vez que consumís cualquier bebida te hacen un agujero en el número, hasta agotar la pulsera.Te vas a tomar los treinta números en bebidas?
-No, responde Gervasio, yo vengo por las minas. A mí me interesa poco el chupi y el juego.
Así va preguntado cosa por cosa al arrogante Luis, que a las dos de la mañana ya lo tenía un poco cansado.
Los ojitos de Gervasio no alcanzaban para mirar ese paraíso a tan solo cinco minutos del campo.
Cabe aclarar que el casino estaba lleno de gente, especialmente lo más representativo del pueblo. El gerente del Banco Nación y Banco Provincia, el intendente, el jefe de bomberos, el escribano, el director del colegio, el Almacenero Benavides, dueño del centenario almacén, que conocía vida y obra de todos y cada uno. Hasta el Comisario se habia dado una vuelta para hacer rodar la primera bola de la noche. El cura párroco, en forma muy disimulada, había pasado al mediodía para bendecir las instalaciones.
En el salón VIP o privado, bebidas, algarabía y mujeres hermosas. Muy pocos jugaban a las cartas y en el paño verde siempre alguna señorita al ritmo de la orquesta que tocaban en el casino, bailaba y mostraba generosamente sus partes, excitando a todos los presentes.
Gervasio estaba mirando todo, ansioso y ya habia elegido a la chica que iría a pedirle que bailara con el. En su inocencia se enamoraba de todas, por eso elegía. Seguramente ese romance le duraría meses y por meses la visitaría en el cabaret.
Con el cigarrillo en la mano Gervasio pide fuego y nadie tiene.
Justo en ese momento pasa a su lado Luis, con algunas copitas de más…
-Luis ¿Tenes fuego?
-No, ya un poco molesto. ¿Ves aquella pared amarilla al lado de la entrada del baño? Ahi tenes fuego, dice FIRE, bajás la palanquita y enseguida tenes fuego.
Luis se retira jocosamente, mirándolo de costado, diciéndose para sí mismo “serás entupido”.
Gervasio se acerca a la pared amarilla, y ve efectivamente una palanquita que dice FIRE. Pone el cigarrillo en su boca y supone que saldrá una llamita y podrá encender su cigarrillo.
Al bajar la palanquita, se apagan todas las luces difusas y se encienden unos potentes reflectores, disimulados en paredes y una cantidad de agua de lluvia inunda los salones mientras las sirenas insistentemente suenan despertando a todo el pueblo.
Los bomberos, dos dotaciones entrababan arrasando todo buscando el foco ígneo.
Todos empapados van saliendo.
A Gervasio lo llevan en vilo, suspendido por dos forzudos junto al comisario al auto policial.
Cifuentes lloraba junto con los gerentes y personalidades del pueblo y de los pueblos vecinos.
Gervasio pasó quince días preso en la comisaria. Salió gracias a no tener antecedentes, por la buena conducta y por una abultada cifra del dueño del campo.
TRAGEDIA Y SILENCIO
José Lissidini Sánchez
Uruguay
Nieve blanca , inmaculada, que penetra en los cuerpos ,que a duras penas se abrigan. Frío de un invierno implacable, habitando lo que no debería ser habitable, los seres de los sin refugio, que aun arropan esperanzas, en un mundo, que no mira hacia el dolor, de los carentes de abrigo y alimento. Duele sentir la ausencia del calor humano, para terminar con el cruel tormento, permitiendo que se enseñoree, un regusto de invierno inclemente, que solo siembra el padecer y el fenecer.
Esta noche, una brigada de jóvenes, salimos en un camión provisto por uno de nuestros padres, a brindar un plato de comida caliente, portal por portal, plaza por plaza, bajo los puentes de esta ciudad “avanzada” y europea. A veces, contemplando en esta época, grupos de turistas mexicanos, brasileros, caribeños y por el estilo, me he preguntado: – ¿por qué alguien querría dejar el sol por venir aquí?-. Sin embargo yo lo hice y hoy, me encuentro con un plato humeante entre las manos , en cuclillas, solo para comprobar que llegue tarde, pues el invierno me ha ganado la partida, por la vida de un chico negro ,seguramente africano, que no vera otro amanecer. El pensamiento se pierde, las buenas intenciones prescriben, al corazón como preso dentro de una jaula , se le viene encima el mundo con ferocidad inclemente, y se tiene que aguantar cuando más se desea correr. Cuan inútil se siente uno, a destiempo ante una historia que en la cara te estalla , lo vuelve todo terrible y ya nada parece importar El alma se hace añicos, hasta la vergüenza se congela y, afloran las ganas de meterse en un recoveco secreto o una cueva., ante tan terrible estafa. Cuán lejos suenan los villancicos navideños. El invierno y su juego morboso. Por lo general, en nuestra loca vida cotidiana, parecemos niños ajenos a circunstancias como estas, pero a veces, de repente, nos salpican y son absorbidas por nuestra piel adolescente, para seguro,extenderse más allá en los años. La nieve cae, pero no es igual que en las historias y las películas . En esta época es cuando recuerdo más a Montevideo y el barrio Nuevo París, donde de chiquilines, compartimos todo con los amigos, como las noches de calor, los mosquitos, las borracheras del vecino, las puteadas de la vecina, las travesuras, el fútbol, haraganear sentados al cordón de la vereda, el alma en sintonia, no imaginábamos ninguna situación traumática que nos conmocionara de tal manera, ningún violento cachetazo de la vida o encontrarnos que la muerte, nos había despojado de una vida. Mi niñez fue tranquila e intensa, entre alegrías y tristezas comunes. Pero ahora, sosteniendo un plato ya helado, siento que no eramos tan inmunes como creíamos, y que las desilusiones de los nuevos tiempos, nos marcaran para siempre. Cuantos sueños truncos, cuantas ilusiones perdidas, cuanta esperanza que nunca llegó, yerta en la crudeza de la calle, en esos pequeños restos con una historia, que no sabremos nunca, despojos con un breve pasado. El invierno sin ninguna clase de virtud, acaba de pisotearlo, y lo peor es que no quedaran huellas ni recuerdos. La pena se apodera del alma, por él y por mi. Seguro que ya no seré el mismo y el mundo que mañana vea, tampoco será el mismo para mi, aunque volvamos a Montevideo.
El frio de la noche invernal, empieza a congelar una furtiva lágrima, que indolente, se aventuro a surcar mi mejilla. Tengo que levantarme para dar cuenta de la tragedia, es hora de volver a la realidad.
Que raro. No tengo miedo ni asombro. De pronto me da por pensar: “ ¿ En que andará, por estas horas Ricardito? Sudando a mares, seguro. Nunca le gusto el verano. Él siempre sudo mucho, perdón, los que sudan son los animales, el ser humano transpira, según me desasno Juan Perez, mi profe de Ciencias Biológicas hace unos cuantos años. Quizá ande por La Floresta, metido en el agua hasta la nariz. Espero que la erosión impiadosa, no siga haciendo estragos en esa linda costa. Mas tarde, le voy a mandar un WS, para comentarle que dejamos de ser indestructibles. Pero el mundo, sigue girando.
VOLANDO POR LEPANTO
Dr Jorge B. Lobo Aragón
Argentina
En el globo terráqueo la impresionanteVolando por Lepanto” grandeza de los océanos Indico y Pacífico al tamañito del mar Mediterráneo lo hacen parecer de una ridícula insignificancia. Sin embargo en ese pequeño mar y en sus ajetreadas costas se han desarrollado las civilizaciones más trascendentes y la cultura ha conocido sus mayores esplendores. Esas aguas mediterráneas que están chorreando tradiciones de griegos y de troyanos, de egipcios y de fenicios, de romanos y de cartagineses, no han de olvidar tampoco las reyertas de tantos piratas que lo navegaron enarbolando una carabela entre dos tibias cruzadas, medrando a costa del intercambio de los pueblos. Ya Julio César tuvo que lidiar con los piratas. Y cuando no eran los corsarios los que asaltaban el comercio marítimo, fueron los turcos, que en el siglo XV tomaron Constantinopla y el estratégico paso por los Dardanelos hacia el Mar Negro. Es allí donde mis facultades de bilocación me llevaron, durante mi desdoblamiento a través de un nuevo viaje astral. Es que ese cordel luminoso y extraordinariamente elástico me lleva a tiempos y lugares remotos, que a veces se encuentran diseminados por el cosmos. Espacios que muchas veces pueden ser peligrosos o comprometidos ya que mi cuerpo astral no puede saber su destino. Amanecía el 7 de octubre de 1561 cuando se inició una de las más grandes batallas de la Historia de la humanidad. En esta fecha, en Lepanto se reunieron más del 75 % de las galeras, galeazas, galeotas y fragatas disponibles en todas las flotas del mundo; 580 naves y más de 100.000 hombres. Cifras asombrosas para la época. Esta inmensa fuerza naval, iba a decidir el destino de dos imperios representantes de dos civilizaciones una emergente y otra consolidada en su territorio, oriente y occidente. Estaba absorto en mi vuelo de pájaro en medio de la batalla, considerada como el conflicto naval más sangrienta de todos los tiempos. Es que la presencia otomana y del sultán se hacía cada vez más insoportable, y hubo que formar una Liga Santa para limpiar de turcos el mar. A la liga la formaron España, Venecia y Roma, que equiparon 300 barcos bajo las órdenes de don Juan de Austria, hermano natural de don Felipe II, con 80.000 hombres entre marineros y soldados. Los turcos alistaron 250 barcos con 120.000 hombres, y los pusieron bajo el mando de Alí Bajá. Venecia aportó 106 bajeles y 6 galeras enormes, toscas, pesadas, pero con 40 cañones cada una. España menos galeras, pero muchas fragatas, bergantines y buques de ágil maniobra. El pontífice de Roma 12 galeras y 6 fragatas. A sus hombres el Papa les concedió indulgencias equivalentes a las de los cruzados que fueran a rescatar la Tierra Santa. Y todos, de Don Juan al último marinero, confesaron y comulgaron antes de dejar el puerto. Al enemigo lo encontraron enclavado en el estrecho de Corinto, angosta faja de mar que separa el Peloponeso del resto de Grecia, detrás de las Islas Jónicas, y la batalla se libró frente a la ciudad de Lepanto el 7 de octubre de 1571. Tremenda. Monumental. Un soldado me comentaba con ojos de espanto que «nunca el Mediterráneo vio en sus senos ni volverá a presenciar el mundo conflicto tan obstinado ni mortandad más horrible, ni corazones de hombres tan animosos y encrudecidos”. Triunfo total. El veneciano Barbarigo, que mandaba el ala izquierda, muere ya con la alegría de saber que se ha alcanzado la victoria. Don Juan salió con un pie herido. Alí Bajá muere de un arcabuzazo en la cabeza. El virrey de Argel, excelente marino turco, logra escapar con 40 bajeles 130 barcos quedaron en poder de los cristianos y 90 se echaron a pique o se incendiaron. 25.000 turcos cayeron y 5.000 quedaron prisioneros. 12.000 cristianos cautivos recobraron la libertad. También murieron 8.000 cristianos y se perdieron 15 naves. Años después el soldado español que en aquella batalla perdiera su mano izquierda, y con el que tuve varios encuentros me recordaría que Lepanto fue «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros». ¿Un poco exagerado sería ese soldado al que pude contactar o pretendería magnificar la batalla para aumentar la gloria de haber participado en ella? Miguel de Cervantes Saavedra se llamaba el soldadesco. Mi amigo. Una amistad que a través de los años ni en las dificultades ni en las pérdidas nos trajeron mayores consecuencias. Solamente amor por la escritura. La pérdida de su mano izquierda la tomo como una causalidad del destino. Gracias a Dios, escribía con la derecha. A mí me quedan las dos manos una sola pata y mis sueños de pájaro.
LORCA VIVE EN MI
Piedad Romoleroux Girón
Guayaquil-Ecuador
Relato Infantil
En prosa y en verso
Eran las cinco en punto de la tarde, así empezaba Federico su poema, tenía el sahumerio de tristeza honda, no viendo más, que en el camino sombras; no mira el resplandor del sol naciente, ni la luz, que en las flores las convierte en albor con candor luminiscente; las lágrimas caían, la tierra las absorbe con dulzura, el alba las revierte en humus fértil y el viento se las lleva con premura. Afuera son las cinco de la tarde, pero tu andar pausado, lento, es triste, el blanco de tus sienes, marcando va el paso de los años; más tú alma de niño, no envejece, tu palabra poética, en ráfagas de espuma, que la mecen, refulgen más que nunca y me enternecen; hay un jilguero rondando con su canto en los jardines, plenilunio de amor y de esperanza, que me lleva a decir que no estás muerto, que revives en cada poesía, en la miel, en la lumbre del que ansía, reencontrarte en la feria sevillana, quizás aquella, en Andalucía, refundido entre aquellas melodías, que entristecen, te envuelven y te abrazan; gitano de pura raza, te llevó en mi corazón, ¡ gitano del alma mía!.